I am, I am, I am
- Gabriela Solis
- 26 feb 2022
- 2 Min. de lectura

Después de lo bello que fue Hamnet, quería leer más de Maggie O’Farrell. Esta es una autobiografía particular: una vida contada a través de los roces con la muerte. El enfoque ya es intrigante, pero no más que el hecho de que una mujer de 50 años haya estado cerca de morir 17 veces (!) y haya vivido para contarlas.
O’Farrell dijo en una entrevista que no le interesaba la forma tradicional de la autobiografía: nació, fue a la primaria, publicó su primer libro, blablablá. Las historias que componen el libro tampoco siguen un orden cronológico: van de la adolescencia, a la maternidad, a la niñez. Algunas historias son comunes, hasta familiares: un ahogamiento, salvarse de ser atropellada, difteria. Pero hay un par que son terribles, y están relacionadas. A los 8 años, O’ Farrel contrajo encefalitis. Contra todo pronóstico, sobrevivió, aunque con secuelas neuronales y motrices de por vida. Una de dichas secuelas tenía que ver con la imposibilidad de tener un parto: como su cerebro no manda las señales correctas a los músculos, su cuerpo no se enteraría de que el trabajo de parto debía comenzar y eso sería un riesgo para ella y su bebé. En Inglaterra se negaron a hacerle una cesárea y la fatal predicción por poco se cumple tras obligarla a 4 días de trabajo de parto. O’ Farrell recuerda sus últimos momentos de lucidez antes de la cesárea de emergencia:
“I had not known, until that moment, what a lonely experience it is to be in danger, in the middle of a room full of people who are frantically working to sabe your life. I am not prone to loneliness – I have always been someone who leans towards solitude– but my overwhelming sensation had been, until that moment, loneliness, isolation, bafflement. I was slipping away, alone, surrounded by people”.
Sin duda, el relato más conmovedor es el último, donde quien está en peligro de morir es la hija de la autora pues sufre de eczema crónico y severas alergias que pueden llevarla al shock anafiláctico. La niña tiene un episodio alérgico en medio del campo y su madre, desesperada, sabe que tiene que inyectarla con adrenalina para que aguante hasta llegar al hospital más cercano:
“There are times when everything takes on shades of mythology: you hold up her adrenalin injectors to the light, pondering that clearish yellow liquid, and realice that you have been given an elixir to bring your child back from death. You must stab her to save her.”
El título del libro (I am, I am, I am) es un verso de un poema de Sylvia Plath, pero las palabras con las que cierra son el mismo adagio, pero dirigido a la hija de la autora, cuando se la logra arrebatar a la muerte una vez más: She is, she is, she is.
Kommentare