Big Metra
- Gabriela Solis

- 9 sept 2019
- 2 Min. de lectura

Nadie que haya vivido en la Ciudad de México puede tener una relación unívoca con ella. Es una urbe inagotable, y eso es hermoso y aterrador a la vez: siempre hay algo nuevo qué experimentar, pero eso mismo impide que llegue la tranquilidad o que tengamos la certidumbre de algo. Esta novela imagina un escenario que todos los chilangos hemos soñado alguna vez y que a ratos se presiente más posible: la revuelta espontánea contra la policía. Yuriko, el nombre de guerra elegido por una muchacha, y varias brigadas de mujeres se organizan para quemar la Bolsa de Valores. El golpe se da como lo planearon, pero la reacción se desboca: en vez de que la gente biempensante y bien portada se queje del vandalismo y la falta de respeto, la ciudad se vuelve un monstruo colérico que deja salir toda la furia acumulada y las respalda. Al grito de “pinches puercos” y “putos policías” la población se las toma contra esa fuerza que debería defenderlos, pero no hace sino humillarlos y amedrentarlos. El primer acierto de Big Metra es hacernos sentir esa adrenalina, esas pinches ganas de olvidarnos de las consecuencias y refocilarnos en la barbarie colectiva. El segundo es darle voz a un coro que conforma el tapiz de la ciudad: el oficinista que encuentra su vena de vengador, las muchachas que acumulan rencor por años de abusos silenciosos, los fresas que observan asombrados, pero de lejos. Acaso tropieza cuando insiste en enhebrar imágenes poéticas; es un recurso innecesario, pues el humor y la rabia le bastan para sostener el flujo narrativo de la novela. Involuntariamente pertinente, Big Metra es un texto emocionante y vivo, una cosa que palpita y pide ser usada como arma cuando, por fin, la revuelta espontánea tome esta vieja ciudad de hierro.



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